Entre Sombras y Silencios
La lluvia golpeaba con fuerza los cristales de la ventana, creando un sonido acompasado que competía con los latidos acelerados de Marcos. Se encontraba solo en aquella habitación oscura, con las sombras bailando en las esquinas como espectros acechantes.
Marcos era un periodista de investigación, especializado en desenterrar los secretos más oscuros de la élite política. Su último descubrimiento lo había llevado a un rincón sórdido donde se entrelazaban el poder y la corrupción. Pero algo había salido mal. Alguien lo había descubierto.
La puerta crujió, y Marcos contuvo el aliento. Sabía que no estaba solo. La figura de un hombre se recortó en la penumbra. Era alto, con una gabardina empapada que goteaba agua en el suelo de madera. El rostro oculto bajo un sombrero de ala ancha.
—Marcos... ¿o debería llamarte "El Escarabajo"? —la voz del hombre resonó en la habitación, cargada de un tono amenazador.
El periodista tragó saliva, reconociendo el apodo que sus informantes usaban para referirse a él. El Escarabajo, un insecto que se colaba en los rincones más oscuros en busca de la verdad.
—¿Quién eres? —preguntó Marcos, intentando que su voz no temblara.
El hombre dio unos pasos lentos hacia adelante, revelando un rostro sombrío iluminado por destellos de relámpagos lejanos. Era un rostro que parecía haber visto demasiados secretos y haber participado en demasiadas conspiraciones.
—Soy el Guardián de los Silencios, y tú has perturbado la armonía —dijo con calma, como si estuviera recitando un mantra.
Marcos frunció el ceño, intentando entender las palabras del hombre en medio de la tensión del momento.
—No tienes idea de lo que has desatado, El Escarabajo. Pero tienes una oportunidad de redimirte. Revela tus fuentes, olvida lo que has descubierto, y podrás seguir con tu vida. De lo contrario, te perderás en el abismo de los secretos ocultos.
La habitación se llenó de un silencio opresivo. La decisión pesaba en el aire como una espada de doble filo. Marcos sabía que, una vez que te adentrabas en el mundo de los secretos, no había vuelta atrás. Pero también sabía que su búsqueda de la verdad era lo único que le daba sentido a su existencia.
—No puedo retroceder —dijo finalmente, con determinación en su voz.
El Guardián de los Silencios asintió con solemnidad y, en un instante, desapareció en las sombras. Marcos se quedó solo, con la certeza de que su vida había tomado un giro irreversible. La tormenta rugía fuera de la ventana, pero en su interior, sabía que la verdadera tempestad apenas comenzaba.
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