El sueño del retorno

El sueño del retorno

A excepción del clima, la mañana se sentía exactamente igual que todas desde hacía cuatro años, cuando Lorenzo se fue del hogar de sus padres en el pueblo, decidido a encontrar su destino en la ciudad; el traslado en el transporte público hasta la oficina donde trabaja desde hace tres años y diez meses, no representó absolutamente ninguna novedad, la monotonía era tan palpable y la rutina tan predecible, que las siguientes diez horas del día pasaron casi como un parpadeo y Lorenzo se veía a sí mismo de vuelta en su cama, en la habitación de su pequeño departamento, sabiendo que el día siguiente sería exactamente igual, hasta que dieron las tres de la madrugada.

El taladrante ruido tenía que provenir desde un departamento cercano, pero imposible adivinar cual, los repetitivos ladridos de un perro se escuchaban por momentos como si estuvieran al otro lado del muro y de repente se escuchaban desde la cocina, a veces en el techo del edificio de seis pisos y en otro momento desde la calle, el ambiente se volvía caluroso y el sudor recorría el delgado cuerpo de Lorenzo, su cabello claro se tornaba oscuro conforme se humedecía y la sed lo obligaba ver el fondo de un recipiente que contenía dos litros de agua; después de media hora de tormentosos ladridos, Lorenzo finalmente sintió que podría volver a dormir, pero cuando volvió a su cama, descubrió que había alguien acostado cubierto por las sábanas, entonces, una delgada cola puntiaguda e inquieta se asomaba por debajo de ellas y permitían ver unas patas de cabra negras recostadas sobre el colchón, el terror paralizó a Lorenzo que vio finamente a un demonio asomar sus retorcidos cuernos sobre la almohada, entonces, despertó con un grito de miedo y angustia, dándose cuenta así de que solo se trataba de una terrible pesadilla, no había ladridos ni sed, pero si la incómoda sensación de humedad sobre su cuerpo, revisó la hora en el teléfono celular y suspiró aliviado al saber que aún faltaban dos horas y media para las seis de la mañana, así que podía volver a dormir con toda tranquilidad.

Por la mañana, la rutina se vio quebrantada por las fallas del calentador de agua, la cafetera eléctrica y la chapa de la puerta, lo que provocó un retardo en el trabajo de Lorenzo, que para colmo de males, no pasó desapercibido para su prepotente jefe que no solo lo regañó de forma innecesaria sino que lo castigó con trabajo extra e intrascendente; por la tarde, de regreso a su departamento, al pasar junto a un parque, un perro grande pero amigable lo sorprendió al tratar de poner sus patas delanteras sobre su estómago y decidido a lamer su rostro, la sonrisa en Lorenzo fue inevitable pero breve, pues a los pocos segundos, el dueño del perro, un barbado viejo que estaba al menos a unos veinte metros, le ordenó regresar y le ofreció una sincera disculpa por el atrevimiento de su mascota.

—No se preocupe. —Le respondió Lorenzo pidiéndole que no regañara al noble animal. —No pasa nada.

Al menos ese día, no había sido una completa monotonía pero desafortunádamente la mayoría de los acontecimientos que lo habían sacado de su aburrida rutina, habían sido desagradables, así que se fue a dormir, pero entonces, a las tres de la madrugada, la pesadilla del demonio volvió a presentarse en su subconsciente volviendo a despertarlo tras media hora de horribles ladridos, calor, sed y la presencia del diablo en su cama, en esta ocasión, volver a conciliar el sueño, no sería tan fácil.

Por la mañana, prevenido de la situación de los desperfectos en su hogar, anticipó su hora de despertar, para evitar un nuevo retardo en su trabajo y un innecesario regaño de su jefe; por la tarde, la aparición del perro amistoso en el parque, más que sorpresiva, se volvió angustiante, el dueño barbado volvió a ofrecer disculpas, pero la respuesta de Lorenzo no fue más que un insípido murmuro seguido de una carrera nerviosa hasta su departamento, donde se sentía temeroso de volver a dormir, así que decidió llamar por teléfonos a sus padres, tenía al menos dos semanas o quizá más tiempo que no hablaba con ellos, pero nadie respondió, el temor por dormir se hizo evidente, pero el cansancio venció al final y a las tres de la madrugada, el sueño y el demonio volvieron a manifestarse, sin embargo esta vez, Lorenzo fue capaz de reunir el suficiente valor para hablarle.

—¿Qué quieres?

Pero la reacción del demonio fue aún más escalofriante que su apariencia, pues permitió ver su malévola sonrisa enseñando sus afilados colmillos y su saliva sangrante para después lanzarse sobre él provocando un grito desgarrador que aunque le permitió despertar de inmediato, no desapareció la terrorífica sensación del demonio enterrando sus garras y sus colmillos en su piel; Lorenzo no fue capaz de volver a dormir esa noche, por la mañana, todos sus compañeros criticaron su aspecto desaliñado y pálido y los regaños de su jefe respecto a su apariencia no surtieron absolutamente ningún efecto sobre él, pues no podía pensar en otra cosa más que en su cita de esa noche con el demonio, cuando pasó por el parque, la actitud del perro amistoso era completamente diferente y a pocos metros de él, comenzó a ladrarle en clara señal de desconfianza y borrando cualquier rasgo de humanidad, Lorenzo tomó una piedra y se la arrojó, el sonido del llanto del animal y un hueso romperse lo obligaron a correr en medio de reclamos del dueño y algunos testigos del maltrato.

Al llegar al departamento, Lorenzo volvió a tomar el teléfono decidido a hablar con sus padres y no dejar de llamar hasta conseguirlo; dieron así las tres de la madrugada una vez más, completamente despierto, angustiado y desesperado, escuchando una y otra vez el tono de marcar sin respuesta hasta que el sonido de los perros volvió a penetrar su cerebro durante media hora.

—Me he vuelto a quedar dormido. —Se dijo Lorenzo a sí mismo.

—No esta vez. —Respondió el demonio a sus espaldas obligando a Lorenzo a perder completamente la razón y el control de su vejiga. —Tus padres han acudido a mí, desesperados por verte de nuevo, así que ahora te llevaré junto a ellos, están esperándote en el infierno.

FIN

Por Julio Balderas

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  1. Gabriela dice:

    Increíble relato, me encanto

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